miércoles, 21 de abril de 2010

Maravillosas casualidades

Resulta insólito que yo actualice mi blog dos días seguidos. Podría parecer que me he vuelto loca o incluso que mi compromiso con esta pequeña empresa se ha vuelto ineludible para mí. Siento decepcionar, pero no. Es pura casualidad.

Echando un vistazo a mis archivos antiguos (y haciendo limpia) he encontrado una cosa realmente curiosa. Fue uno de los primeros relatos que escribí. No quiero arriesgar a decir que fue el primero porque igual mentiría. Aunque, pensándolo bien, vosotros nos seriais capaces de saber si miento o no, así que realmente puedo decir lo que me venga en gana...juajuajua.

Al grano. El caso es que cuando abrí el archivo me di cuenta de que lo había fechado. El día en cuestión era el 21-04-2005, lo que hace que hoy se cumplan exactamente 5 años de su nacimiento. Vaya...no puedo creer que lleve 5 años tratando de hacer "esto de escribir", los resultados, como veis no han sido arrolladores. Pero paso a paso.

Os adjunto este texto que escribí con mucho cariño y con ganas de que fuera el primero de otros muchos. Hace 5 años nada más y nada menos. Pero con la seguridad y la alegría de saber que en realidad, 5 años no es nada.

Miraba fijamente el lienzo en blanco. Había preparado sus pinturas, sacado su antigua paleta e incluso mezclado ya algunos colores, pero se había quedado ahí de pie, inmóvil, enfrente de lo que podría ser una genialidad o un nuevo fracaso. No debía tener más de cincuenta años, pero por las arrugas de su rostro se podría pensar que era un anciano. Bajo sus tristes ojos azules sus prominentes ojeras ponían de manifiesto la falta de sueño. Vestía con lo que en otro tiempo podría haber sido un traje, pero estaba tan viejo y desgastado que era difícil afirmar tal cosa. Con sólo mirarle un instante se podía ver que no se había duchado ni afeitado en varias semanas.

Seguía ahí de pie, sujetando la paleta con una mano y el pincel con la otra. Después de una media hora se rindió, dejó todo encima de una pequeña mesa polvorienta que tenía a su lado y echó un vistazo a su alrededor. Vivía en un cuchitril diminuto y maloliente, la cama era vieja y estaba sin hacer, ni siquiera se había molestado en comprar sábanas nuevas. Apenas tenía dos o tres muebles más, una antigua silla de madera, un pequeño armario con dos cajones, donde guardaba las pocas cosas de valor que tenía, y la mesita donde había depositado su instrumental de pintura.

Abrió el armario y sacó una botella medio vacía de whisky. Presa del nerviosismo y de la ansiedad desenroscó con dificultad la tapa. Durante los últimos años lo único que parecía calmarle era el alcohol. Bebía siempre que la inseguridad podía con él, cosa que ocurría con bastante frecuencia. Ahora se sentía débil, cosa que en otro tiempo hubiera sido impensable.

El pasado aparecía en su mente como un espejismo. Todo lo que consiguió en su juventud se esfumó de repente. Sus recuerdos felices dejaron de ser nítidos y todo dejó de tener importancia. Entre lágrimas terminó de beberse la botella. Volvió a mirar su lienzo vacío y se dirigió hacia el tambaleándose. Aunque con dificultad, sólo era capaz de fijar la vista en aquel rectángulo blanco. En ese momento, la ira y el odio se apoderaron de él. Las manos empezaron a temblarle y en sus ojos aparecieron lágrimas llenas de rabia y desesperación. De repente, lanzó la botella vacía hacia el lienzo y lo derribó. Después de eso, cayó rendido al suelo.

Consumido, lloraba escondiendo la cabeza entre sus manos. Encontrándose en esa posición, podía oír de nuevo los aplausos, las felicitaciones, las palabras amables…Era capaz de sentir las palmaditas en el hombro, las manos que estrechaba, los abrazos de todos aquellos que le habían querido y admirado. Recordaba a todos los que envidiaban su talento y que pretendían que les enseñara algunos trucos. Recordaba a todas y cada una de las mujeres que había amado, su tacto, su sonrisa, su aroma, sus caricias…


Sacó la cabeza de entre sus manos y observó de nuevo el lugar donde se encontraba. Sus recuerdos eran unos fantasmas que le perturbaban. Se odiaba a sí mismo por encontrarse en esa situación, por haber confiado únicamente en la suerte, pero, sobre todo, se odiaba a sí mismo por recordar. De repente, la ira volvió a dominarle y se dirigió hacia la mesa donde estaban sus pinturas. De un manotazo la tiró al suelo. Presa de la locura derribó también el armario y la silla a su paso. Se dejó caer en el suelo de nuevo, justo encima de la enorme mancha de pintura que había causado al tirar la mesa. Con sus envejecidas y torpes manos intentó limpiarla, pero fue inútil.

Vencido y avergonzado de sí mismo, lloraba cada vez más, porque por más que lo intentaba, era incapaz de recordar cuándo y porqué dejó de ser el mejor.

2 comentarios:

  1. Me gustó mucho la primera vez que lo leí y me ha vuelto a gustar mucho ahora. Es muy emotivo, bonito en el fondo...

    Sigue escribiendo maaaaaaaaaaas!
    Así pero maaaaaaaaaaaas! :)
    Te quiero!!!

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  2. Superficial y pedante sólo que no y además tampoco. Mooooola, tiene un estilo así como a peli francesa donde todo va mal pero es raramente bonito. 2005 con rima y antes de conocer a Monsieur Sorelé... que de cosas relacionadas con el arte de escribir.
    Bueno, que suscribo lo que ha dicho el niño pera ese de arriba pero yo de verdad (todos sabemos que si él no lo dice le quitas de comer). Hala, a darle al boli, pluma, tecla o lo que sea que uses para escribir! un beso!

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