sábado, 31 de octubre de 2009

Pequeñas reflexiones contra el olvido...

Como un leve suspiro que se pierde en el aire, sientes ese vacío inexplicable de cuando algo bueno se acaba, los nervios en el estómago, la implacable necesidad de la añoranza… Sabes que se trata de un viaje sin retorno, insoportable, místico e inexplicable. Y aunque desde los púlpitos sea calificado como redentor en su zafio empeño de capitalizar las almas, sabes que se trata de una gran nada. Nada. Y el miedo se apodera de ti y de tus pensamientos durante días, semanas y meses. No se trata de miedo al dolor, ni al olvido, si no a no ser capaz de controlar la angustia de extrañar, de no saber, de no encontrar respuesta…

Pero, como otras tantas veces, alguien ya ha intentado buscar respuesta, darle voz a los sentimientos, llamar a las profundas pasiones de los hombres y dotar de significado aquello que para los comunes no lo tiene. Por ese motivo, dejo este fragmento de las Coplas a la muerte de mi padre de Jorge Manrique, texto manido hasta la saciedad pero tremendamente conmovedor y propio para estos días…

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquier tiempo pasado fue mejor.

A pesar de ser un poco más tristón de lo que me gustaría y más profundo de lo que, sin duda, debería ser (por aquello de ser mi blog y porque a las rubias no se nos permite tener sentimientos profundos…: P) escribo estas líneas por todos aquellos que alguna vez han sentido esa frustración, por los que constantemente luchan contra la sombra del olvido y que, en días como hoy, se acuerdan más que nunca de los que ya no están.
Aunque, sin darnos siquiera cuenta, gracias a nuestra memoria nunca llegaron a irse del todo.


Os doy las gracias por vuestra presencia constante en este pequeño blog y desde aquí me comprometo a redactar cosas infinitamente más divertidas en días venideros.
¡Un abrazo!

martes, 27 de octubre de 2009

Dejarse los cuartos

Cuando te tomas algo por ahí, ya sea una comida, una cena o simplemente un café siempre llega la hora de la propina. Todos estamos de acuerdo en que a veces se da más, otras se da menos y otras directamente no se da absolutamente nada. Siempre dependiendo de si encuentras o no un cadáver en tu sopa, una mosca en el agua o una cucaracha correteando por la pared (esta última, true story).

No trato de abrir un debate sobre el hecho de dar o no propina, o sobre cuanto dejar, porque eso depende de los factores ya mencionados, unidos al humor de cada uno, de los camareros, del dinero que lleves encima y un sinfín de cosas más. Sólo quería compartir este extracto con vosotros por dos razones: porque no puedo evitar sonreír para mis adentros al acordarme de ello cada vez que toca soltar la pasta para dejar propina y porque, seguramente, alguna vez os hayáis visto en una situación similar.
Bueno, exceptuando los trajes negros y el hecho de estar preparándose para cometer un atraco… ¿verdad?

Nice guy: Vamos, suelta un pavo.
Mr. Pink: No doy propina. No creo en eso.
Nice guy: ¿No crees en dar propinas?
Mr. Blue: ¿Sabes lo que ganan estas chicas? Una mierda.
Mr. Pink: No jodas, si no ganan suficiente que lo dejen.
Nice guy: Ni un puto judío tendría huevos para decir eso. Para dejarlo claro, ¿tú nunca dejas propina?
Mr. Pink: Aunque esté bien visto, no me siento obligado a hacerlo. De acuerdo, si alguien se lo merece, si se esfuerza, doy algo extra, pero dar propina porque sí, por costumbre, no va conmigo. Es una mierda, al fin y al cabo solo están haciendo su trabajo.
Mr. Blue: La camarera ha sido simpática.
Mr. Pink: Ha sido normal, nada especial.
Mr. Blue: Qué querías, ¿qué te la chupara por debajo de la mesa?
Nice guy: Yo por eso daría una buena propina.
Mr. Pink: Oye, yo he pedido un café. Llevamos aquí un huevo de tiempo y ¿cuánto me ha rellenado la taza? ¿Tres veces? Cuando pido un café quiero que me sirvan seis veces.
Mr. Blonde: ¿Seis veces? ¿Y si estaba ocupada?
Mr. Pink: “Ocupada” no debería estar en el vocabulario de una buena camarera. Joder, estas tías no están muertas de hambre. Cobran el salario mínimo. Yo trabajé cobrando el salario mínimo y entonces no tuve la suerte de que nadie me diera propina.
Mr. Blue: ¿No te preocupa que para vivir necesiten tus propinas?
Mr Pink: ¿Sabes qué es esto? -haciendo el gesto de rozar las yemas del dedo pulgar y corazón- el único violín del mundo que escuchan las camareras.
Mr. White: No tienes ni idea de lo que estás hablando. Esta gente se rompe el culo. Es un trabajo duro.
Mr. Pink: Y trabajar en McDonald’s también, pero a ellos no les dejas propina ¿Por qué no? Te sirven igual, pero la sociedad dice “no dejes propina a estos pero a aquellos sí”…gilipolleces…
Mr. White: Este es el único trabajo que cualquier mujer sin estudios puede hacer para ganarse la vida y la base son las propinas.
Mr. Pink: Que les den por culo. Siento que el gobierno les haga pagar impuestos pero no es culpa mía. Además, las camareras no son las únicas a las que el gobierno jode por costumbre. Mira, si me traes un escrito de protesta para que el gobierno deje de hacerlo lo firmaré, pero no pagaré.
Mr. Orange: Me ha convencido, devuélveme mi dólar.

Nice guy: ¡Hey! Dejad ahí la pasta.
(ESCENA INICIAL DE RESERVOIR DOGS - QUENTIN TARANTINO)

Hay que decir que, al final, Mr. Pink pagó el dolar. Pero eso es otra historia...

domingo, 25 de octubre de 2009

Paris je t´aime...

Con un pobre francés, aderezado con alguna que otra palabra en inglés compraron los billetes de tren de cercanías que necesitaban para llegar a la estación de Austerlitz. Cuando llegaron al andén aquella sensación de tristeza que llevaban acarreando desde que comenzó el día se esfumó de repente al observar que la hora estimada de llegada del tren eran las 19:09. ¡No podían creerlo! Tenían que estar al otro lado de la ciudad en menos de veinte minutos. Allí les esperaba el tren que les llevaría de vuelta a Madrid.

Cuando subieron al tren de cercanías se sentaron cerca de la puerta. Ambos trataban, sin éxito, de ocultar su nerviosismo. ¿Y si no llegaban al tren? Sus miradas se cruzaban cada pocos segundos tratando de ofrecerse un poco de tranquilidad. Pero siempre que miraban por la ventanilla observaban con impaciencia como las paradas parecían alargarse minuto a minuto.

Cinco minutos por parada. Eran ya las 19:20 y aún quedaba por recorrer la mitad de trayecto. Su nerviosismo se hacía cada vez más patente y las miradas de tranquilidad se sustituyeron por constantes palabras de ánimo “Llegamos seguro", "no te preocupes", "el cercanías de París es muy rápido…” Pero de puertas para adentro no podían evitar pensar en posibles soluciones por si finalmente perdían el maldito tren.

Mientras ella se agobiaba pensando que tendría que haber guardado algo más de dinero para imprevistos él hacía cálculos. Estaba seguro de que con el límite diario que le permitía su tarjeta podrían pagarse una noche más de hotel o sacar un billete de avión esa misma noche o al día siguiente.

Finalmente, el tren se detuvo en el andén de Austerlitz. Eran las 19:37 y el tren que tenía que llevarles a Madrid salía a las 19:45.

- Ahora, a correr –le dijo.

Salieron corriendo como alma que lleva el diablo. Él iba por delante y, a pesar de que ella iba varias zancadas por detrás, no rebajaba el ritmo. De esta manera, si al menos él lograba llegar primero podría pedirles a los revisores que esperaran unos segundos porque se trataba de una emergencia.

Ella corría todo lo que podía y la invadía la desesperación cada vez que la maleta se le enganchaba con un escalón o se le daba la vuelta…Se decía para sí, constantemente, casi como un ruego “por favor, que no lo perdamos por mi culpa”.

Andén 15. Ya veían el tren que aparecía en las vías, enorme y lejano. Con un último esfuerzo, sin saber de dónde sacaban las energías, aceleraron el ritmo de la carrera. Apenas podían respirar, parecía que el corazón les iba a estallar dentro del pecho…

Las puertas se cerraron tras ellos y la sensación de alivio fue tal que, por un momento, se olvidaron de la nostalgia que les producía el regreso.

jueves, 22 de octubre de 2009

Frustraciones cotidianas

Podría escribir un serio y sesudo artículo lleno de datos sobre la constante invasión en nuestra intimidad por parte de las empresas privadas. Podría deciros, incluso, que existen acerca de 300.000 bases de datos con nuestra información personal en manos de dichas empresas. ¡Pero no lo haré! Porque nada produce tanta empatía como las pequeñas frustraciones de la vida cotidiana...

La situación que a continuación se relata puede variar dependiendo de la persona pero, por lo general, uno se suele encontrar en el baño, durmiendo o esperando una llamada importante. No importa cuál sea la situación, la ley de un tal Murphy hará acto de presencia de manera inmediata. Suena el temido timbre del teléfono y al otro lado escuchamos una voz monótona y a veces desagradable que te ofrece una conexión más rápida y mejor a internet, una tarifa telefónica mucho más barata o cambiarte de banco porque el tuyo no parece quererte lo suficiente para que le confíes tu dinero.

Dependiendo de tu humor del momento tu respuesta suele variar entre un “no gracias”, “no” o los políticamente correctos “estoy contento con mi servicio actual” o “no me interesa pero muchas gracias” Pero no te engañes, no importa lo correcto y educado que seas, no te dejarán escapar tan fácilmente. Así que lo siguiente que escucharás será ¿Seguro que no quiere mejorar su servicio actual? ¿Acaso no prefiere ahorrarse dinero? ¡Lo que faltaba! Claro que quiero ahorrarme dinero pero también estas dichosas llamadas a cualquier hora del día. Eso sí, no eres ningún inocente así que sabes perfectamente que esas dos afirmaciones no tienen relación alguna y que, efectivamente, no importa lo que pase, te seguirán llamando.

En esa tesitura, te encuentras enfrascado en una conversación que no podría interesarte menos y, por si fuera poco, con una persona que te ha dejado ver con toda claridad que piensa que eres estúpido porque te aferras a tu tarifa actual en vez de ahorrarte unos eurillos cambiando de compañía. Finalmente, murmuras algún tipo de respuesta que ponga fin a la conversación y cuelgas el teléfono.

Ha habido semanas en las que en mi casa han llegado a recibirse dos o tres llamadas de este tipo ¡al día! Mi madre ha alcanzado límites de impaciencia insospechados, llegando a negar incluso su propia existencia, mientras que yo por pura desesperación y aburrimiento he recurrido más de una vez a la más extraña imaginación para librarme de todas esas maravillosas ofertas que me persiguen.

Algunos pensareis ¿y por qué no cuelgas directamente el teléfono? En ocasiones lo he hecho, no nos vamos a engañar. Pero, ya metidos en faena, acaba siendo mucho más divertido inventarse que tu madre se ha fugado con un cubano y que por eso no se va a poder poner.

Afortunadamente, hace una semana que no me llaman...
¿Continuará?

lunes, 19 de octubre de 2009

Comienza la andadura...

Cuando uno se decide a compartir lo que escribe pasa por varios estados contradictorios: la negación del principio, un cierto nerviosismo, timidez, la irremediable osadía que produce el ansia de publicar algo, el alivio una vez publicado y, para que engañarnos, un ligero toque de egolatría al imaginar lo que podemos ser capaces de hacer. Quizás el acto de escribir es una de las maneras más generosas de ser egoísta...¿quién sabe? De todas formas, no es objeto de este blog llegar a conclusiones muy filosóficas, mis pretensiones no son tan altas...
No sabría establecer secciones fijas sobre lo que se va a escribir aquí. Relatos cortos, noticias, comentarios sobre cosas cotidianas, extractos de películas, libros, canciones...¡y todo lo que se me ocurra! Porque, sinceramente, hay veces que la imaginación no da más de sí y hay que recurrir a material de archivo.
Sin más dilación, este es el tipo de advertencia preliminar que me hubiera gustado escribir a mí, pero hay que reconocer que es prácticamente imposible superar a Groucho. Aquí os dejo con este pedacito de brillante absurdo. Espero que os guste y bienvenidos.
"Sé muy bien que el título de este libro puede inducir a error, pero la verdad es que existen muchas maneras de vender un libro o de despellejar a un gato. Claro que no hay ninguna relación entre estas dos afirmaciones, aunque yo tuve una tía que no dejaba de repetir que existen muchas maneras de despellejar a un gato. Un día durante una ola de calor que abatió el East Side de Nueva York, cedió a dicho impulso y, pocas horas después, un caballero con bata blanca se la llevó aferrada a la piel del gato. No fue un espectáculo agradable.
Cualquiera que compre este libro por el título perderá a lo tonto su dinero. Ya me gustaría escribir algo verdaderamente erótico que fuese objeto de prohibiciones, pues parece que nada excita más la voracidad hacia la literatura que saber que a un autor le han metido en prisión por perturbar la líbido de millones de personas.
Y ahora, una vez descartado el asunto sexual, veamos qué otras cosas contiene."
MEMORIAS DE UN AMANTE SARNOSO-GROUCHO MARX