miércoles, 27 de octubre de 2010

Let there be birthday!

A este blog pronto le saldrán los dientes porque ya ha cumplido un añito...Parece mentira cómo pasa el tiempo. Parece que fue ayer cuando decidí poner mi fondo lentejil (ya olvidado) y lanzarme a la aventura de darle a la tecla. Además, ya ha sobrepasado las 2.000 visitas
como me recordó cierto caballerete. Sé que estaréis pensando que sería más llamativo tener
2.000 visitas al día, pero 2.000 es más que 0, que 1, que 2...and so on ¡madre mía, cuánto he aprendido en un año!

La creación de este rinconcito hace 365 días respondía sencillamente a una necesidad práctica y personal. Un manera de salir de la rutina de no hacer nada o de hacer poco, de las clases tediosas, del aburrimiento existencial y de cosas por el estilo. Todos los periodistas en ciernes se abren un blog, sé que no hay nada de original en eso, pero la diferencia con muchos otros es que no pretendo incluir este blog en mi currículum, ni dotarle de más importancia de la que tiene, sólo quiero seguir desahogándome de mi día a día pesado, aburrido e insuficiente. Al menos en el punto de vista laboral, claro.

Por esa razón, cuando este blog deje de funcionar sabréis que será porque he encontrado un trabajo del que me siento orgullosa y en el que me gusta lo que escribo. Eso, o que me asesine alguien al que le debo pasta, aunque espero fervientemente que sea lo primero. Mientras tanto, seguiré utilizándolo egoístamente para canalizar mi ira sobre todo lo que es "guay", "cool", "fashion" y "súper". Un terapia estupenda y, sobre todo, adecuada a mi bolsillo, como sabéis, generalmente vacío.

Gracias a todos los que habéis leído y escrito durante este año, aunque no me hayáis hecho rica, se os quiere igual.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Un día cualquiera

El despertador suena puntual a las 07:00 de la mañana. Con cara de sueño, ojeras y un profundo cansancio se acerca a la cocina a prepararse algo de café. "Hoy tendría que picharmelo en vena" -piensa entre bostezos-. Al sacar el azucarero se le cae, "¡joder!" -exclama irritado- no se le puede culpar, recoger el azúcar del suelo es un verdadero coñazo. Sobre todo a esas horas.

Tras el café, elige la ropa con desgana. Ya tiene una serie de conjuntos de pantalones y camisas pensados para cada día de la semana, todos colgados por orden de uso. Se contagia del aburrimiento de su armario y se viste como un autómata. "Ya haré la cama cuando vuelva" -se dice a sí mismo-. Es una mentira que se repite día tras día. En el fondo cree que la filosofía humana universal establece que si uno vive solo, no hay que hacer la cama.

Tras salir de su casa 10 minutos más tarde de lo que debería y sin saber como ha perdido ese tiempo, se dirige al metro. Hora punta. "Genial" -exclama- ¡6 minutos va a tardar el bendito vagón en aparecer por el andén! La gente empieza a llegar y el susodicho andén se llena por momentos. Crece el agobio. Llega tarde y, como muchos otros, TIENE que entrar en ese vagón como sea. Cuando por fin el tren hace su entrada en la estación, se deja arrastrar por la masa que se lanza cual ave carroñera hacia las puertas. Entrar es una cuestión de supervivencia y sentarse no es una opción, a pesar de que muchos lo intenten.

Una vez dentro y apretado contra las puertas que pronto volverán a abrirse, da por perdido el objetivo de quitarse el abrigo. Calor, gente y horrible música que se oye en algún lugar del vagón. De repente, un niño empieza a berrear. "Estupendo" -suspira-.

A las 08:30 en punto se baja en su parada. "Ahora sólo queda todo el día por delante" -piensa desanimado-. Definitivamente, esta noche se va de cañas.

domingo, 10 de octubre de 2010

Historias en miniatura


Como detenidos en el tiempo y a pesar del bullicio de platos, cubiertos y conversaciones mundanas, un silencio asfixiante se había apoderado de ellos. La palpable tensión por fin se rompió con una implacable explicación.
- No sé si me importas lo suficiente para quedarme.
De forma casi automática, los ojos de ella se llenaron de lágrimas al decir esas palabras. Sin embargo, en un despliegue de orgullo, tratando de preservar un comedimiento del que no siempre había hecho gala, él replicó contundentemente:
- Pues entonces está claro, simplemente márchate.
Y sin decir nada más, ella salió de aquel bar rumbo a una nueva vida.