sábado, 5 de octubre de 2013

Los sueños de la mujer prohibida

Habían pasado casi dos años desde que la publicación de Los sueños de la mujer prohibida se hubiera convertido en un éxito de ventas y de crítica. Un fenómeno literario sin parangón. No sólo los millones de ejemplares vendidos y los cientos de traducciones al extranjero avalaban su trayectoria, si no que la crítica, generalmente implacable en cuanto a best seller se refiere, se había rendido en su inmensa mayoría a los encantos de la novela de Marcelo Quiñones. Traducciones a más de diez idiomas hicieron que  incluso el influyente New York Times la calificara como una de las novedades más interesantes del mundo editorial.


La fama y el dinero le habían permitido vivir de las rentas durante aquellos dos maravillosos años y no precisamente de forma contenida. ¿Por qué iba a contenerme? -pensaba- había parido una gran novela y había ganado mucho dinero. De hecho, las cantidades de dinero que manejaba eran suficientes para vivir más que dignamente el resto de su vida. Incluso se hablaba de una posible adaptación al cine de Los sueños de la mujer prohibida. Una idea que no dejaba de rondarle la cabeza. Los tipos del estudio le agasajaban constantemente para conseguir hacerse con los derechos para adaptar la novela y el envío de botellas de Châteaux de no sé qué, Dom Perignon y cosas similares eran la tónica dominante. No entendía mucho ni de vinos, ni de licores, ni siquiera de francés pero no era difícil adivinar el valor que podían alcanzar algunos de esos regalos. Él se dejaba querer, aunque en ocasiones dudaba de aquel trato. Por eso se estaba demorando en su respuesta. Por un lado, la tentación de los regalos, la dulce sensación de la atención recibida y las posibilidades económicas se abrían ante él como un oasis de seguridad. Por otro lado, las dudas. Como siempre, las malditas dudas.

Pero estas parecieron despejarse definitivamente al ver el interminable número que los tipos del estudio habían escrito en un papel blanco. Un importante empujón para su cuenta corriente, si. Pero, sobre todo, una suerte de bálsamo para su recientemente redescubierto ego. 

2 comentarios:

  1. Que bueno leerte de nuevo. ¡Que se desn...! digo... el próximo un poquito más largo que da gusto ver que no se te ha olvidado escribir.
    Y ya que estoy aquí: Haceos Facebook.

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  2. Recuento de un buen tranquilizón de nervios, aunque el dinero no hace la total felicidad la falta del mismo trae tristeza.
    El ego se puede mantener sano adquiriendo un hábito de optimismo sereno pero sin euforia, la vida es un rato que puede resultar corto o largo, hay que dejar alguna reserva por si se alarga.
    El éxito sano es fruto de intenso trabajo, el ocio divino es creativo.

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